martes, 25 de noviembre de 2008

El nacer de una epigrafía

El pianista Javier Perianes con la Sinfónica
Con Taracea (El nacer de una epigrafía, Pigmentación metamórfica y Pórfido cristalino, ¡ahí es nada¡), la música marmórea del almeriense Juan Cruz Guevara (Macael, 1972), ha echado a andar la Sinfónica por una nueva temporada que promete acontecimientos tan gratos como los que han tenido lugar este fin de semana, y que no se hicieron esperar en este mismo concierto inaugural.
Me refiero, claro está, a la soberana actuación del joven pianista andaluz Javier Perianes como intérprete del Concierto en Sol menor de Beethoven. Es difícil encontrar a su edad una versión del aplomo y la madurez como la que le hemos escuchado de esta gloriosa música, que pronto volveremos a tener en el propio escenario del Auditorio cuando se conmemoren los 200 años justos de su estreno público, acompañando a las primeras audiciones absolutas de la quinta y sexta sinfonía, amén de otros trascendentes sucesos que Beethoven protagonizó en aquella memorable jornada vienesa del 22 de diciembre de 1808. Madura y soberana lección, decía, la del joven y extraordinario pianista onubense en la que tal vez no pudo encontrar un entendimiento mayor con sus acompañantes, particularmente en el último movimiento, donde la ligereza fue suplantada por una suerte de precipitación que en modo alguno favorece la gracia sutil de esta admirable música. Su propina de las Escenas de niños de Schumann, sencillamente magistral, daba las pautas de por dónde camina la musicalidad y la profundidad del pensamiento de este extraordinario pianista. Su nuevo paso por el Auditorio ha sido un verdadero regalo.
Musicalidad y estruendo marmóreo lo hubo también en la diáfana Sinfonía de Bizet que ocupaba la segunda parte. La primera, la puso el oboísta Emilio Castelló en los preciosos y sentimentales solos del segundo tiempo de la Sinfonía. De lo segundo, dieron contundente prueba las intervenciones del cuarteto de trompas, cuando llegamos a creer en la temporada pasada que era agua ya pasada. Más no deben quedar amargores como éstos y otros para el final, cuando casi a renglón seguido, quiero decir, cuando un par de días después, con el Concierto de las Mujeres de Puccini, la rehabilitación era un hecho evidente. Pero eso queda ya para un próximo comentario.
NOticia de La Verdad.es

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